La repetición de eventos climáticos extremos en Mocoa, Puerto Carreño, Inírida y en otros cascos urbanos del país, y la fila de incendios y quemas forestales que arrasan con la biodiversidad, nos lleva a proponer la formulación y puesta en marcha a nivel de localidades, de una política nacional para el aprovechamiento integral del agua lluvia.
8/16/2018
Por: Margarita Pacheco M.
El agua que cae de las nubes, la niebla que rodea montañas y el rocío del amanecer son bienes públicos que se pueden utilizar libremente. Las tormentas tropicales son el “Acueducto Celestial” para los raizales de San Andrés y Providencia, el agua recolectada en jagueyes constituye la reserva de alimento para ganado y cultivos de pancoger. En cada región, el aprovechamiento del agua lluvia tiene su propia expresión cultural, sin embargo el Estado colombiano nunca ha reconocido el valor socioambiental y climático de estas prácticas, ni ha ofrecido subsidios ni asesoría técnica para replicar los sistemas a gran escala.
Existe una tradición milenaria y arquitecturas icónicas que han demostrado la eficiencia de estos sistemas en muchas civilizaciones a través de la historia. En el caso de ciudades isleñas con alta densidad poblacional, donde los acuíferos están contaminados por fosas sépticas y los costos de la desalinización dependen del petróleo, los sistemas de aprovechamiento de la lluvia son la salida. Los insulares pueden dar cátedra de cómo aprovechar cada gota y cómo esta es parte esencial de su cultura ancestral. Los techos recogen el agua y las cisternas cerradas con llave por las mujeres, son parte integral de la arquitectura isleña, adaptada al régimen climático caribeño.
En muchas ciudades del mundo, el aprovechamiento de la lluvia ya es parte integral de las políticas climáticas y de desarrollo urbano, por ser parte de las estrategias adaptativas a la variabilidad del clima. En Colombia, poner en marcha una política urbana para el manejo del agua lluvia sería abordar la prevención del riesgo, de acuerdo con el mandato de la Ley 1523 de abril 24 del 2012, en sus Artículos 2 y 3, los cuales se han quedado entre el tintero.
Si ya existe el marco jurídico, ahora falta la voluntad política. Reglamentar el aprovechamiento multipropósito del agua lluvia en las distintas regiones tropicales permitiría estimular el desarrollo rural integral, mejorando la calidad de vida de las familias, sobre todo de las niñas y mujeres, encargadas de la cocina. A nivel urbano, reglamentar el uso del agua lluvia en todas las nuevas construcciones, estimulando techos verdes, recarga de acuíferos, regulando vertimientos, sería un serio avance en la prevención de inundaciones y en la descarbonizacion de la ciudad. El cumplimiento de la Ley 1523 contribuiría además, a la puesta en escena de acciones locales para el cumplimiento de compromisos del país frente a la comunidad internacional: cumplir con los Objetivos de Desarrollo sostenible ODS, con el Acuerdo de París sobre el Clima y con la meta nacional de reducir emisiones de gases de efecto invernadero en un 20 por ciento al 2030.
Para ser serios con estos compromisos, quedan solo doce años para dinamizar estrategias adaptativas que se sumen a la descarbonización de la economía y a la transición energética en todos los sectores productivos. El aprovechamiento del agua lluvia es una de las estrategias de adaptación que está en rezago a nivel nacional. Las nuevas edificaciones urbanas, el sector industrial, el agro, el sector minero-energético, la cultura ciudadana y la educación, son claves para robustecer la adaptación de sus respectivos campos, respondiendo así a las exigencias del cambio climático mundial.
Ya lo comentó el ministro de Ambiente, Ricardo Lozano, el compromiso debe estar en manos de todos los sectores productivos, industriales y comerciantes, comunidades y autoridades locales, para pensar de manera integral el manejo del agua lluvia y evitar más tragedias anunciadas por la meteorología y aupadas por la deforestación.
A la fecha ni la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo ni el Fondo Nacional de Adaptación han hecho el mínimo esfuerzo por estimular el aprovechamiento del agua lluvia como estrategia de prevención de desastres, tal como lo estipula la Ley 1523. Estamos desperdiciando un bien público que tanta falta hace en épocas de sequía y que no exige grandes contratos. Sirve entonces también para prevenir la corrupción y el manoseo de agua embotellada que produce residuos plásticos no biodegradables, que flotan groseramente en mares y ríos.
Beber agua lluvia filtrada en casa, reutilizar aguas grises en inodoros, aseo doméstico y jardines, reduce el consumo de agua potable vendida por las empresas de servicios públicos. Uno se pregunta cuánta presión ejerce el sector privado de agua embotellada y las empresas de Acueducto y Alcantarillado para frenar decisiones y dilatar la reglamentación de la ley para estimular el uso del agua lluvia a nivel rural y urbano.
Llegó el momento de incluir este tema en el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 y hacer que las ciudades reglamenten el uso del agua lluvia, hagan pedagogía ciudadana para su captación, almacenamiento, conservación y uso domestico e industrial. Referentes internacionales hay muchos y se puede aprender de ellos. La repetición de tragedias urbanas en Mocoa, Puerto Carreño, Inírida y otras tantas poblaciones afectadas por las intensas lluvias, nos obliga a repensar la ocupación del territorio en zonas que pertenecen al río, a valorar el conocimiento ancestral que tienen los Pueblos Indígenas sobre el manejo de la lluvia a lo largo de las cuencas.
La alternativa de poner en marcha estrategias de adaptación, por encima de grandes inversiones en obras civiles de mitigación, puede también contribuir a frenar la ola de corrupción que genera la asignación de contratos. Hoy la cultura del riesgo no hace diferencia entre desastres anunciados y ciclos naturales del sistema hídrico en una cuenca. En sabanas inundables donde la época de lluvias no es ningún desastre natural, las culturas anfibias han demostrado una gran capacidad de adaptación a la variabilidad climática y a convivir con los ciclos del agua, de la agricultura y de la pesca. Como diría el finado maestro Augusto Angel Maya, la cultura es una estrategia adaptativa al medio. Ojala que los Ministerios de Ambiente, Cultura, Educación, Minas y Energía, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo y las CAR, establezcan estrategias concertadas para la prevención, incorporando planes de manejo de agua lluvia en sus Planes de Ordenamiento Territorial POT, antes de que se produzcan nuevos desastres anunciados.
A nivel internacional existen muchos ejemplos que ilustran avances en materia de política pública: en Hong Kong, puerto y centro financiero del Asia, construido entre las montañas y el mar, llueve a cántaros a cualquier hora y se sufre de frecuentes tifones y vientos huracanados. El gobierno del Distrito Especial ha formulado guías para la implementación de sistemas de reciclaje y aprovechamiento de aguas grises y aguas lluvias. Las nuevas edificaciones del gobierno, con potencial para reducir la demanda de agua potable en usos que no la requieren, estimula la construcción de sistemas de tratamiento y reciclaje de aguas lluvias y aguas grises en cada edificación. El agua proveniente de duchas, tinas, lavanderos, sifones de cocinas, se pueden reutilizar. Estas y las aguas lluvias recolectadas pueden ser utilizadas para inodoros, aseo y cascadas de agua cristalinas, no para beber, que corren por espacios verdes entre los rascacielos.
En Copenhague, Dinamarca, ciudad puerto cuya meta es carbono cero al 2025, han aumentado las lluvias y la presión sobre los alcantarillados urbanos. Esto ha llevado a enfocar soluciones en el manejo de aguas lluvias, captándolas en estructuras para distribucion en áreas donde exista menos riesgo. Allí se están utilizando modelos hidráulicos desde la fase de planeación para retener el agua lluvia. La urbanización debe incluir camas de infiltración subterránea, techos verdes y pavimentos permeables. Esto hace posible reducir la presión sobre el sistema de alcantarillado tradicional y reducir el riesgo de rebose de tuberías combinadas.
En Colombia, la fase de arranque del gobierno nacional es una oportunidad para reglamentar la Ley 1523 del 2012 y aprender de buenos ejemplos en otros países donde ya tienen política pública para el aprovechamiento del agua lluvia. Un ejemplo destacado en Colombia es la sede del Instituto SINCHI en Leticia, Amazonas, donde el sistema de cubiertas está adaptado al clima amazónico, recolectando agua lluvia para múltiples usos, además tiene paneles solares para adaptarse a los frecuentes cortes de energía. Un buen ejemplo colombiano para estimular la descarbonización de los pueblos de la Amazonia.
Los institutos de investigación científica del Sistema Nacional Ambiental y las comunidades ancestrales tienen información valiosa y prácticas culturales para inspirar nuevas políticas sobre usos y reciclaje del agua lluvia en las distintas regiones. Valdría la pena realizar un inventario de prácticas con miras a mejorar y estimular sistemas certificados, formar gestores de agua lluvia y subsidiar sistemas domésticos, industriales y agropecuarios.
Espero que este mensaje no caiga en oídos sordos. La experiencia del ministro Ricardo Lozano, exdirector del Ideam, y su compromiso con las metas climáticas del país, deberían acoger el tema en la bandeja de innovaciones para la formulación de la política ambiental del Plan Nacional de Desarrollo PND 2018-2022.
Esto implicaría evaluar cómo se está manejando el agua lluvia a nivel urbano y rural, cómo se convierte en estrategia multipropósito de adaptación al cambio climático en cada región, cómo se concilian interés públicos y privados, y cómo se robustecería la economía local con usos del agua lluvia captada in situ para estimular emprendimientos y negocios verdes. El ahorro que se podría hacer al implementar la política de aprovechamiento de aguas lluvias se podría invertir en conservación de páramos, educación ambiental, becas de estudio para inaugurar nuevos oficios técnicos para jóvenes del campo y la ciudad: Gestor@s de Agua Lluvia.
Varias entidades ofrecen hoy valiosa información sobre las dinámicas específicas del uso del agua en varias regiones del país: la Fundacion Natura, el SINCHI, el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, la Fundación Tropenbos Colombia, la Fundación Alma, y otros centros donde se investiga en asocio con comunidades pescadoras y campesinas y con autoridades locales. Varias publicaciones, fruto de años de trabajo visibilizando territorios, ameritan estudio para entender las dinámicas del agua lluvia en ecosistemas tropicales: entre otras, menciono la publicación «Biodiversidad y Territorio: Enclave seco del Cañon del Chicamocha”, experiencia realizada en Santander, con el apoyo de Ecopetrol y entidades locales para entender la situación del bosque seco.
Portafolio Pacífico: Acciones e Inversiones para la Reducción de la Deforestación y Degradación de los Bosques en la Región del Pacifico. Esta publicación apoyada por el Programa ONU-REDD, FAO, PNUD, WWF, GEF y Fundacion Natura es otro gran esfuerzo para entender es uso del agua en esa región donde llueve más que cualquier otra parte del mundo, pero falta el agua potable. El prólogo de Elsa Matilde Escobar y Cesar Monje nos recuerda que “el Pacífico colombiano será un territorio con mayores y mejores capacidades para su manejo sostenible y su control, con un modelo de desarrollo propio, bajo en deforestación, que garantice el buen vivir de sus habitantes y la conservación de sus valores naturales y culturales tradicionales”.
En el estudio del “Alto Ricaurte e Iguaque, Territorio de patrimonio natural y cultural, Acciones para un manejo sostenible» se entiende cuán diferentes deben ser las estrategias de adaptación y uso eficiente del agua. La Revista Amazónica, publicada anualmente por el SINCHI, se refiere en su volumen nueve a la situación ambiental e hídrica de Mocoa y el No 10 está dedicado a Chiribiquete. Esta publicación nos remite al carácter sagrado del agua lluvia sobre los teputes y bosques, manteniendo vivos secretos de la humanidad. El conocimiento sobre los territorios es claves para enmarcar la política nacional para el aprovechamiento del agua lluvia en cada contexto ecosistémicos y cultural.
P.D. Agradecimientos a Juan Pablo Ruiz, representante ambiental en el Consejo Nacional de Planeación durante nueve años consecutivos. Está abierto el llamado para su reemplazo.
Duele el silencio sobre los asesinatos de tantos líderes ambientales que protegen su territorio. ¿Hasta cuándo?