Por: Margarita Pacheco
En la misma semana en que se reunieron los líderes del mundo en la Conferencia de las Partes COP24 en Katowice, Polonia, ocurrieron otros hechos en Colombia que pasan desapercibidos en la prensa internacional: la masacre de seis personas en Mapiripán, en el Meta, amenazas de Águilas Negras a indígenas en las montañas del Cauca y en otros rincones rurales del bajo Cauca antioqueño, gentes acechadas por delincuentes y narcos deforestadores, ignorantes de la crisis climática.
20/12/2018
A estos personajes oscuros les importa un comino las condiciones globales y son totalmente indiferentes ante las advertencias de la ciencia. Los acaparadores de tierras, que provocan quemas e incendios en las selvas para justificar monocultivos extensivos de Palma de aceite y otros, son inmunes a la justicia e indiferentes al interés colectivo que busca frenar el aumento de la temperatura global. El último Informe del IPCC los tiene sin cuidado y las advertencias les resbalan sin ninguna compasión. ¿Qué hacer con esa gente caradura e irresponsable? Deforestar, quemar, cambiar el uso de ecosistemas estratégicos por cuenta de la codicia, son tolerados por las instituciones. A la fecha no se ha publicado, con nombre propio, quiénes han sido arrestados y judicializados.
Esa impunidad aumenta la desconfianza de la ciudadanía, provoca reacciones y polarización.
Mientras tanto, en otros parajes distantes en la alta montaña andina, y al mismo tiempo que en la COP 24 se debatía el seguimiento a los Acuerdos de París, agricultores de la Reserva Campesina del Sumapaz, agremiados en Sintrapaz, trabajaban colectivamente en un convite veredal, (1), empeñados en restaurar los bosques del Páramo de San Juan, donde se acabó la guerra, reina la tranquilidad y se escucha el silencio.
Con el viento helado y un cielo azul, se destaca la laboriosidad con la cual contribuye cada campesino, a la ayuda mutua, a la regulación del clima y a la sostenibilidad del agua regional.
Mientras esta imagen sucede en el trópico alto andino, otro escenario se da en Katowice, zona carbonífera del sur de Polonia: La adolescente sueca Greta Thunberg hace historia. Ella se dirige a los líderes mundiales reunidos en la conferencia de Naciones Unidas sobre el clima COP 24 y con serenidad y contundencia, les dice a los gobernantes que están actuando muy lenta e irresponsablemente frente a la crisis climática mundial. Ojalá sus palabras juveniles no hayan caído en oídos sordos.
Greta, con sus trenzas de niña adolescente, habla ante líderes del mundo, exigiendo cambios frente a “nuestra civilización, sacrificada por un pequeño grupo que quiere seguir haciendo mucho dinero”. El mensaje de fondo es cómo hacer para que los Estados hagan llegar el mensaje a autoridades territoriales y a millones de ciudadanos rurales que viven en veredas incomunicadas, sin antenas para celular e internet y sin vías terciarias. Es el caso de la región del Sumapaz, olvidada por la actual administración distrital.
Entre la COP 24 en Katowice y el Páramo de Sumapaz en la jurisdicción del Distrito Capital hay grandes distancias, pero existen puntos en común: ambos espacios requieren estrategias de comunicación para hacer conocer su propio proceso de compromiso climático ante una audiencia mayor. El mensaje de Greta debería llegarle a los campesinos que viven en las complejas geografías de alta montaña tropical, a los deforestadores ambiciosos de tierras bajas, a los gobernadores, alcaldes y políticos regionales, que suelen hacerse los de la vista gorda ante la impunidad.
Cómo llegará el mensaje de la COP24 a los llaneros de luto por la reciente masacre en Mapiripán, cómo se traduce el mensaje de Greta en Misak, en Inga y en Paes, lenguas de Pueblos Indígenas del Cauca y sur del país. Allí donde reinan amenazas firmadas por tenebrosas Águilas Negras, haciendo limpieza social desde hace varias décadas. Así es muy difícil combatir el aumento de temperatura y adaptarse a los cambios climáticos.
Es hora de preguntarle a la Cancillería de Colombia cómo fluye la comunicación entre la diplomacia que preside la delegación de país en las COP, y los actores sociales que deberían conocer la política climática y ejecutarla a nivel local.
La preparación para la COP 25 en Chile, debería constituir un reto a la comunicación y a la participación, en que el Estado y las organizaciones de la sociedad civil hagamos equipo. Bienvenido sería que la Cancillería de Colombia invite a un grupo representativo de ONGs, campesinos y minorías étnicas, a formar parte de la próxima delegación oficial, con sus experiencias locales.
En esta y en administraciones anteriores, en la diplomacia sigue imperando un desafío de vieja data: ¿cómo seleccionar a las organizaciones de la sociedad civil que acompañen al gobierno en la agenda internacional, y cuándo será que Colombia firma el Acuerdo Escazú?
Ya es hora que el discurso diplomático llegue a los territorios, aceptando y valorando el rol del campesinado, consciente del cambio climático y de su aporte a la conservación de ecosistemas-sumideros de Carbono amazónicos, andinos, en las llanuras de la Orinoquia y de costas del Pacífico y el Caribe.
El regaño de la joven Greta a los líderes mundiales refleja la incertidumbre de una gran mayoría de jóvenes, organizaciones sociales y ambientales a nivel nacional e internacional, expresando el hastío de adolescentes activistas climáticos. Exigen acción concreta, voluntad política y no más retórica. Cumplir con lo acordado en la COP 24 y otras cumbres mundiales e informar a la ciudadanía, es un deber del Estado. La pedagogía climática debe entrar vigorosamente en todos los niveles de la educación pública y privada, y sobre todo en veredas y pueblos de la Colombia rural, donde están sus protagonistas.
No es coincidencia que en el inventario de gases de efecto invernadero (GEI) del IDEAM 2014, la deforestación constituya el 33% de las emisiones, el agro el 22%, la minería y la energía el 14%, transporte el 12% y la manufactura el 12%. Estas cifras dan buena cuenta del pobre compromiso por el clima de los sectores agropecuarios y del ministerio de finanzas, que asigna IVA a la transición energética, frenando compromisos ambientales y climáticos del mismo Estado.
Termina el 2018 sin reconocer el aporte de adaptación al cambio climático que realizan millones de campesinos, líderes sociales amenazados y excombatientes.
Es verdad que la tranquilidad llegó al Sumapaz y reina tranquilidad en aquellos parajes majestuosos de biodiversidad alto andina. Allí recuerdan a Juan De la Cruz Varela, a Jaime Garzón y a Mario Upegui, líderes que dejaron huella. Ellos sabían que en el Páramo se conectan la Amazonia y la Orinoquia en nubes ascendentes como serpientes voladoras, cargadas de humedad para regular el clima, alimentar la flora y lo que queda de fauna.
Los servicios ambientales que presta esta conectividad interregional, son esenciales para la vida urbana y son las mismas familias campesinas las que que estimulan ese equilibrio regulador del Páramo, principales agentes de conservación. Este rol debe ser reconocido y compensado por el Estado, para aumentar la velocidad de esta tarea climática. Con los compromisos recientes de Colombia en la COP 24, es necesaria asesoría técnica y valoración del trabajo de conservación de agricultores que viven en la Reserva Campesina, en el Parque Nacional del Sumapaz y en otros parques del país. En el pasado deforestaron pero hoy restauran sin ninguna compensación significativa.
Las ciudades tienen una deuda histórica con las regiones de alta montaña que les provee el agua. A cambio, ni Bogotá Distrito Capital compensa a los campesinos de las zonas rurales de Usme, Ciudad Bolívar y Sumapaz, en el sur oriente, ni reconoce la actividad de conservación y ampliación de sumideros de carbono que realizan.
En la muestra itinerante del documental “Delimitación del Páramo de Sumapaz” y en los espacios de diálogo apoyados por la CAR Cundinamarca, se ha hecho evidente la negligencia del Distrito Capital con el campesinado de su jurisdicción. La historia de la balsa de oro, emblema de la refinada orfebrería músic encontrada en Pasca, está tan olvidada como los esfuerzos de campesinos que han restaurado el monte que tumbaron y quemaron hace décadas, cuando llegaron desplazados por otras épocas de violencia. Curiosamente, los nombres de veredas y poblados permanecen en lengua Muysca, que la colonización española y religiosa no lograron borrar.
La sede de la próxima COP 25 sobre Cambio Climático será en Chile. Corresponde a los países andino-orinoco-amazónicos como Colombia, mostrarle al mundo el liderazgo en estrategias de conservación y restauración comunitaria de sumideros de carbono y biodiversidad. Para que esto no sea una quimera, es imprescindible que Chile y Colombia firmen en Acuerdo de Escazú (2). Es una oportunidad política para avanzar en la implementación del Acuerdo de París y en la Agenda pre-COP 25, que se realizará en Costa Rica.
Chile, como Colombia, tienen la oportunidad de avanzar en su política climática y mostrar coherencia entre sus políticas nacionales y municipales, poniendo en marcha a nivel regional y local, las metas de país: disminuir los conflictos socioambientales generados por la deforestación, la minería ilegal y explotación de petróleo y carbón, la ganadería extensiva y otros males que victimizan a comunidades rurales. Es una buena oportunidad para rectificar el rumbo.
Apreciado ministro Lozano, aunque la tiene difícil, toca demostrar que en medio de tanto revuelo político y desconfianza, se puede demostrar que Colombia tiene capacidad de frenar conflictos socioambientales. Si logramos la meta de cero asesinatos de líderes sociales y ambientales al 2020 y la meta de cercar a los capos de mafias deforestadoras en el 2019, estaremos por buen camino en el Año Nuevo.
Se podría empezar el año reconociendo la complejidad que implica la sostenibilidad de La Paz y procedería a firmar el Acuerdo de Escazú, el primer tratado Ambiental de América Latina y el Caribe y el primero a nivel mundial, que protege explícitamente a los defensores del medio ambiente.
Es necesario que Colombia firme y lo ratifique, para establecer espacios formales de participación ciudadana en asuntos ambientales con organizaciones idóneas. Esta sería una oportunidad política para el gobierno de comenzar el proceso participativo hacia la COP 25, de manera transparente y compartida con la sociedad civil. En pleno corazón de la Bogotá rural esperan ansiosamente el permiso para instalar la antena de celular que la administración actual demolió por haber sido instalada por el gobierno distrital anterior. Urge poner la antena para que los campesinos del Sumapaz queden conectados también con la agenda climática internacional.
Convite o Minga semanal, donde vecinos se juntan para trabajar en otras fincas. Escazú, Costa Rica, allí se firmó el Acuerdo que Colombia está en Mora de firmar. Merecido reconocimiento al Instituto Amazónico de investigaciones científicas Sinchi: Preservar La Amazonía y sus culturas ancestrales deben ser prioridad en la agenda internacional de país.