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Artículo – Coca, cacao, educación y voces ciudadanas

Por: Margarita Pacheco

En el departamento del Putumayo confluyen grandes iniciativas que buscan disminuir las presiones de la deforestación y dar alternativas de vida a sus comunidades.

Margarita Pacheco, consultora y comunicadora ambiental. Foto: Karen Salamanca – Foto: Karen Salamanca

Los jóvenes del Colegio San Agustín aún tiemblan cuando truena y arrecia la lluvia cerca al río Sangoyaco, en Mocoa, Putumayo, donde se da la conectividad entre zonas andina y amazónica. Ellos tienen vivo el recuerdo del rugido provocado por la avalancha, donde piedras enormes rodaron montaña abajo con troncos y lodo. La mayoría de familias de pueblos de los Pastos, Awa, Siona, Inga, Paes, Kametza, Cofanes, Afros del Cauca, emigrados de Nariño y Cauca, viven la doble tragedia, la del desplazamiento y la desaparición de seres queridos. 

La masacre paramilitar del Tigre, en el puente sobre el río Guamuez, municipio de la Hormiga, el 9 de enero de 1999 y la matanza de campesinos en la vereda El Placer se suma a traumas infantiles, aun a flor de piel. Sanan heridas gracias a las estrategias de pedagogía ambiental del colegio. El “Museo Itinerante Historias y Dolores Entrelazados de la Violencia de Putumayo, desde las voces de los niños” (1),  es un ejemplo de reconciliación que une voces de jóvenes y docentes. Esas voces las hacen llegar de Mocoa a la Cumbre Ambiental Colombiana 2019. Ese espacio ciudadano que se constituye en un referente receptor del eco de regiones en materia de educación ambiental, tema prioritario que urge adaptar a las culturas e historia del sur del país.

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