por Margarita Pacheco / @Margamiel
Desde ya tenemos que aprender nuevas formas de convivencia con los territorios rurales, asumiendo coresponsabilidades de integración desde las ciudades.
Uno de los efectos positivos colaterales del plebiscito es el despertar político de miles de jóvenes y adultos. Esta vez, tratándose de una votación histórica y fuera de lo común, se evidencia un activismo desbordado y entusiasta. El ‘Sí’ ha despertado un interesante fenómeno de ciudadanía proactiva, más alerta y más interesada en asumir su responsabilidad democrática.
Jóvenes, mujeres y hombres que han tomado las banderas del ‘Sí’, evidencian una reciente cultura política que obliga a repensar los viejos moldes acartonados de líderes y partidos políticos tradicionales. El ‘Sí’ ha suscitado rápidos cambios de mentalidad frente a una cultura política adormecida: soñar un país distinto se acerca más a una realidad deseada, en donde se abren opciones para conocer mejor el porqué del trágico pasado, con tantas víctimas y naturaleza destruida. Se abren oportunidades para descubrir parajes nunca visitados y soñar con transformar cuencas, antes vedadas a los amantes del trópico andino amazónico.
Ante el entusiasmo de un despertar político saltan a la evidencia otros frentes sobre los cuales tenemos que estar vigilantes para ejercer un eficiente control social en el posconflicto: estar alerta en dónde, cuándo y con quién se realizarán posibles intervenciones de esos parajes, ahora ante el acecho de la exploración y explotación minera. El dinamismo ejercido durante las campañas por el ‘Sí’ debería evolucionar hacia plataformas de trabajo ciudadano, capaces de ejercer una eficiente veeduría sobre las estrategias para alcanzar las metas y la transformación del Estado, y para cumplir con los acuerdos pactados.
También, hay que visualizar los nuevos compromisos ciudadanos, posteriores a la votación. En el campo energético, muchas de las áreas, hasta ahora restringidas, que han estado bajo la lupa de la ANLA y de empresas mineras extranjeras se encontrarán más expuestas a la extracción de petróleo, oro, carbón, coltán y otros minerales, ubicados en territorios municipales, en resguardos indígenas, en reservas naturales y despensas alimentarias.
El ‘Sí’ representado con múltiples animales cómo palomas, colibríes, águilas, entre otros, aúna esfuerzos colectivos para la construcción de movimientos sociales transformadores. Desde ya tenemos que escoger caminos para aprender nuevas formas de convivencia con excombatientes y con territorios rurales “liberados”, asumiendo coresponsabilidades de integración desde las ciudades.
Paisajes y cuencas ubicadas en regiones apartadas se acercan ahora a las ciudades: el Páramo de Sumapaz es la joya natural para los bogotanos; Tierradentro y pueblos indígenas de Cauca serán referentes culturales y de tierras colectivas para los de Popayán y Cali; los Montes de María para el disfrute de avistamiento de aves para la Costa Caribe. Muchas otras zonas rurales, ricas en biodiversidad y potencial turístico, que son área de influencia y proveedoras de servicios ambientales; serán nuevos paisajes socioambientales para el desarrollo sostenible del posconflicto. Se inaugura así un nuevo mapa del sistema de ciudades campo, gracias al ‘Sí’ ciudadano.