La emergencia climática está presente a lo largo de la soberanía audiovisual del Festival de Cine de Cartagena de Indias, entre lentes cinematográficas de mil colores. El mensaje es claro para los miles de espectadores, usuarios de playas y baños de mar: Todos los actores sociales de la industria del cine y de la televisión, espectadores, medios de comunicación y redes sociales, estamos en la obligación de pasar el mensaje, como consumidores de audiovisuales, de repensar la forma de actuar frente a la naturaleza.
3/14/2019
Por: Margarita Pacheco M.
Acercarse al ecosistema cinematográfico es una forma de blindarse contra el estrés que produce la incertidumbre de la política nacional. En medio del enconado debate sobre las objeciones del gobierno de Duque-Uribe a la JEP, las intenciones detrás de esa gritería, la oportuna salida mediática de la oposición en la televisión pública, el discurso contundente del Procurador General de la Nación, las ganas perversas de des-institucionalizar la construcción de paz, todo ese ambiente revuelve las entrañas. Otros hechos delictivos como transgredir los territorios indígenas y afros con incendios, nuevas caseríos de techo de zinc, hatos ganaderos y extensos cultivos de palma de aceite reemplazando la biodiversidad, definen el acabose de bosques y el desorden del rompecabezas de la geografía nacional.
No pasa inadvertido el nombramiento reciente de personajes anodinos y politiqueros del partido de gobierno frente a responsabilidades como gestionar el Desarrollo Rural Integral, piedra angular de la paz territorial. Esa agencia y otras deberían estar con las botas puestas para frenar en seco el acaparamiento de tierras baldías de la Nación y el arrinconamiento de culturas ancestrales. Parece como si las llamas y las columnas de humo que cruzan las cordilleras no contribuyeran, con los vientos, a la contaminación del aire en las ciudades. Estos hechos, que no han suscitado ninguna reacción significativa de parte del Estado central ni de los gobernantes departamentales, ilustran más bien, la complicidad. En un Estado de Derecho que proclama democracia, así sea enclenque, no puede seguir impune la muerte de los bosques, de niños y niñas en el Chocó y en la Guajira, regiones enfermas de narcotráfico, violencia, malaria, recientes y sequias. Esa ausencia de Estado duele hasta en los guiones de las películas de ficción.
Estas problemáticas no son piezas de un dramatizado de televisión, son realidades que rayan en el delito por omisión. Una variedad de documentales, como el de la veterana documentalista Marta Rodriguez, a quien el Festival le rinde un homenaje por su trayectoria, ilustra aspectos de la vida de una de las regiones más afectadas por el conflicto armado: el norte del Cauca. El Pueblo Nasa, con sus voces, instrumentos musicales y poesía, rinde homenaje a los niños que han perdido sus vidas a causa de la absurda guerra entre grupos armados, narcos y el Ejército Nacional. Los Andes Symphony Orchestra es el documental de [email protected] que muestra la soberanía audiovisual que nuevas generaciones de cineastas y comunicadores están reclamando.
Esa expresión de libertad y soberanía juvenil la refleja el film antioqueño realizado por Rara Colectivo Audiovisual y Catalina Arroyave en “Los días de la Ballena”, donde el grafiti es un modo de vida atrevido de una generación de barriada. Así mismo, Rubén Mendoza el director de la Señorita María, presenta la “Niña Errante”, narrada en el ritmo de vida de unas niñas vallunas de pueblo descubriéndose en su nueva familia.
La proyección de películas sobre dramas de otros países afectados por conflictos armados, hace que el espectador tome posición frente al cese de la guerra. El genocidio que afectó tanto a las poblaciones civiles de la República Democrática del Congo, revuelca la memoria de las masacres de Mapiripán, Bojaya, de Ituango y pueblos ribereños del Rio Cauca, y de otros tantos pueblos inmersos entre las balaceras del poder del narcotráfico y la corrupción.
El drama de los soldados, escapando del enemigo en las selvas del Congo, en medio de orangutanes y peligros nocturnos, es tan parecido a los años de violencia acaecidos en las selvas del Carare y en los Montes de María. “La misericordia de la selva” del director ruandés Joel Karekesi, y producida con fondos belgas y franceses, hace recordar las interminables marchas de secuestrados y guerrilleros por las selvas del piedemonte del Sumapaz y de la Amazonia. Una vez más, la ficción inspirada en una guerra africana entre nueve naciones, delata quienes ponen los muertos y quienes sobreviven con las cicatrices en el alma.
El mensaje fílmico de Corea del Sur, con la película “Buh-Ning” o “Burning” de dos horas 40 donde el tiempo y el contenido están magistralmente dirigidos por Chang-dong Lee, fue de primera. El director y novelista, quien fue Ministro de Cultura y premiado como mejor director en el Festival de Cine de Venecia, nos muestra una imagen de la ciudad de Seul, inesperada. Narra el encuentro de dos jóvenes de dos mundos distintos, el joven del campo traumatizado por el abandono de su madre y la locura de su padre, y de otro joven urbano, rico y refinado, con el “hobby” de quemar invernaderos.
Ambos hombres comparten la seducción de la bella y seductora Haemi. Este film nos lleva a conocer una Corea del sur, limítrofe con los micrófonos de propaganda del régimen de Corea del Norte. Barrios populares y barrios de estratos altos, con una desigualdad parecida a la de ciudades colombianas.
El cine dirigido y producido por profesionales indígenas, de creación original en lengua Arhuaco, Wayuu o Nasa, es otra grata sorpresa. Escuchar sus planteamientos frente a los modelos de la industria del cine producido por “arijunas”, que en lengua Wayuunaki significa “los blancos”, marca diferencias con otros festivales. NIDO, la convención que nace en el marco del Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias FICCI como una propuesta para el impulso audiovisual colombiano, en productos de cine, televisión y producción digital, es una innovación. En su primera edición contó con invitados internacionales, conferencias de Movistar Play Latinoamérica, Netflix , Dolby, 20 Century Fox, YouTube y Fujifilms como las más destacadas y una asistencia de mas de 2,400 personas. Este mercado del audiovisual es un abrebocas para los productores nacionales.
Se evidencia el crecimiento de producciones de jóvenes directores que han ido creciendo desde los tiempos del legendario Víctor Nieto, fundador del Festival de Cine de Cartagena. Hoy, Lina Rodriguez, Felipe Aljure y el grupo de curadores y cineastas dedicados a escoger las películas del Festival, le han dado una nueva dimensión a esta convocatoria. Ya con sesenta años, se denota la madurez y la identidad de un espacio cultural, soberano, creativo, nacido en la Heroica.
El Catálogo del 59 Festival es una joya que reúne el trabajo minucioso de la curaduría de películas de muchos rincones del mundo, el quehacer libre de muchos cineastas dedicados, llenos de sorpresas.
Así podría describir lo que constituye una terapia para el olvido momentáneo de conflictos políticos, que aligeran la pesadez de la realidad. El ecosistema cinematográfico es una oportunidad de recuperar el equilibrio para enfrentar la realidad. Es un espacio de creatividad que hoy atrae en Cartagena, a las salas de Cine Colombia y su generosa Ruta 90, llevando cine a los barrios más pobres y territorios más recónditos, educando y haciendo sonreír a los niños de la selva y de llanos apartados. Ya somos millones buscando ese oasis, gracias al cine bien escogido. La convocatoria de Cartagena ha venido cambiando el perfil de los públicos de otros eventos culturales de la ciudad. Este año, se demostró que hay una juventud nacional e internacional, ávida de expresar realidades urbanas y rurales a través del cine, practicando la soberanía audiovisual, sin dejarse manipular. No hay paso atrás, el cine, expresión del siglo XXI, permite recorrer espacios interiores en cada ser, llenar vacíos y engalanar la imaginación.
Tuvimos la oportunidad de compartir la voz de la octogenaria Leonor González Mina, la Negra Grande de Colombia, otra mujer, como Marta Rodriguez, merecedora de un homenaje por su vida artística. Desde los 8 años ella empezó a adoptar la música como su proyecto de vida en el pueblo vallecaucano de Robles. Gracias a la iniciativa de Tele Pacífico, la serie dramatizada que estrenará en Junio 2019. Excelente iniciativa de un canal de televisión pública regional, apoyado por la Autoridad Nacional de Televisión, ANTV.
En el cine latinoamericano, Chile estuvo presente y permitió recordar cómo se ha destacado con grandes directores que han hecho escuela. Vale recordar los premios a Miguel Litín, Vanessa Schwartz, Alejando Almenabar, el director de “Mar adentro” protagonizada por Javier Bardem. Claudio Miranda ha sido premiado por mejor director de fotografía, En el 2013 Chile logró la nominación al Oscar por “No” de Pablo Larraín y en el 2018 logra el Oscar con “Una Mujer Fantástica”, donde la vida de una mujer transexual es tratada con gran respeto y altura.
En el campo documental, el joven cineasta ruso Viktor Kossakovsky dirige “Aquarela”, toda una experiencia sobre el paisaje del agua. La reflexión viene desde lo sensorial, destacando la belleza del recurso en distintos hemisferios. La espectacularidad de los paisajes ilustra cómo el agua se maneja de manera diversa en distintas latitudes. En el lago más grande del mundo en Siberia, los vehículos que transitan por la planicie congelada, caen abruptamente y quedan bajo el hielo en pocos minutos. El rol de la policía de carreteras ruso tiene como función “pescar” vehículos y recuperar los cuerpos que quedan atollados dentro del hielo. Esculturas flotantes de hielo azulado, cámaras submarinas que muestran el otro lado del iceberg, combinan con el ruido de avalanchas y quiebres de montañas de hielo. El magistral documental termina en el Salto del Angel en Venezuela, homenajeando el espectacular paisaje de los tepuyes y el agua de la selva tropical. La violencia del agua marina, el viento y las nubes que nos rodean cobran otra dimensión. La cámara se desliza, como un pincel de acuarela, entre olas enormes que se enrollan como tsunamis y mueven el mar con distintos colores.
Del azul claro de los témpanos de hielo al azul oscuro de las olas que expresan la violencia incontrolable del océano, pasa a las tormentas tropicales que con el cambio climático mundial se vuelven más recurrentes e intensas. Este presagio denota la vulnerabilidad de nuestra sociedad occidental frente a los desastres y fenómenos climáticos. El huracán se lleva por delante barrios enteros, animales, enseres, cementerios, y todo lo que encuentra a su paso. El documental “Acuarela” muestra, de un lado la osadía de filmar en condiciones extremas, de otro lado la magnificencia de una naturaleza que no se deja dominar.
La emergencia climática está presente a lo largo de la soberanía audiovisual del Festival de Cine, entre lentes cinematográficas de mil colores. El mensaje es claro para los miles de espectadores, usuarios de playas y baños de mar: Todos los actores sociales de la industria del cine y de la televisión, espectadores, medios de comunicación y redes sociales, estamos en la obligación de pasar el mensaje, como consumidores de audiovisuales, de repensar la forma de actuar frente a la naturaleza.
El agua fue la diva perfecta del festival.