Superposición del sitio

El extremo oriente amazónico

Por primera vez me deslumbro ante la escena de dos enormes ríos amazónicos que se juntan en el extremo oriente colombiano.

4/25/2019

Allá donde se cruzan la frontera de tres países y el río Guaviare se funde con el río Inírida, marcando territorios con aguas de dos colores. Puerto Inírida, a poca distancia del gran Orinoco, es la capital del Guainía, que en lengua Curripaco se llama Payavilla, tierra de muchas aguas.  

Es un Departamento con un solo municipio, creado en 1974. El casco urbano de la ciudad de Inírida limita con los Resguardos de Coayare, el Coco, el Resguardo Almidón de Ceiba y con los Resguardos Puinave Curripaco de los ríos Inírida y Atapabo, en una extensión de 17 mil kilómetros. El extremo oriente amazónico posee una vasta geografía con culturas y lenguas diversas, en un territorio donde no caben los modelos occidentales de desarrollo regional que imponen el centralismo y la expansión de la codicia ganadera.

La antigua Comisaria del Guainía pasó a ser un Departamento con la Constitución de 1991. Constituye el 6.33% del territorio nacional, con un 70% de población indígena y un 30% de colonos, sobretodo funcionarios públicos que viven en Inírida. Los Resguardos están constituidos por etnias mayoritarias: Curripaco, Puinave, Sikuani, Kubeo, Yeral, Tucano, Desano y Piapoco, con sus respectivos raudales y sitios sagrados. Alexander Von Humboldt describió este territorio como “el río más largo y la reserva ecológica más extensa del mundo.” Como testimonio, el Parque Nacional Natural Puinawi, quizás el santuario ecológico y biodiverso mejor conservado del país gracias a la relación íntima y respetuosa que mantienen sus pobladores, que conviven espiritualmente con la biodiversidad del territorio.

Para abordar la comprensión de estos paisajes donde confluyen ecosistemas de origen amazónico, orinoquense y guayanés, entretejidos por una red hídrica, donde abundan bosques inundables, bosques de Varzea, tierra firme, sabanas de arenas blancas y bosques secundarios, la diversidad de aves encuentra su hábitat, sitios recomendados para el avistamiento: Caño Culebra, Comunidad sabanitas, Sendero Matraca, Rincon Vitina y comunidad de Remanso, entre otros.

El encuentro con un conocedor de estos territorios complejos, Rubén Darío Carianil, exgobernador Curripaco y Marta Toledo, amiga bogotana de autos, fue muy afortunado. Ellos explican cómo crearon un emprendimiento local bautizado Akayu (1) logrando producir bocadillos de arazá y ají con arazá, con registro del Invima y con el apoyo científico y técnico del Instituto SINCHI y del SENA. Con mucho tesón, investigaron opciones de reproducción de la flor de Inírida, una especie endémica que crece silvestre en las sabanas de arena, que estaba en vías de extinción. Hoy su finca produce las flores que venden por  ramilletes exquisitos. La preciada flor, es hoy el símbolo del municipio.

Akayu tiene permiso de la autoridad ambiental regional CDA para el aprovechamiento de las dos especies de la flor de Inírida y puede comercializar un número determinado de unidades de las dos especies. Es el único proveedor en el Extremo Oriente Amazónico.

Este emprendimiento familiar ha vinculado a varias familias indígenas desplazadas que dejaron sus tierras ancestrales por el conflicto armado en el Guaviare. He aquí un ejemplo, ganador del premio Titán Caracol 2018 que debería ser inspirador para las políticas de Estado en materia de incentivar emprendimientos, a partir de frutos de la selva y especies abundantes de la región. Grata sorpresa encontrar en una plaza del pueblo, la escultura de esta flor como símbolo de orgullo local. En contraste con el recuerdo de la antipática hacha decapitando un árbol, hoy todavía entronada en la plaza principal de San Vicente del Caguan, perpetuando el símbolo de la colonización andina, justificando la deforestación acelerada en el Caquetá.

En este Extremo Oriente Amazónico, a 600 kilómetros de Villavicencio, donde el diesel y la gasolina llegan desde Barrancabermeja por camiones y barcazas después de muchas semanas de navegación por el  Rio Guaviare, vía San Jose, el desarrollo de nuevas fuentes de energía renovable, solar y eólica, se hacen necesarias para incentivar y fortalecer emprendimientos de jóvenes indígenas. El turismo de naturaleza, industria naciente que está tomando fuerza en Guainía, con el avistamiento de aves, la navegación y observación arqueológica, la pesca deportiva, las caminatas en paisajes sorprendentes que conectan ecosistemas de la Orinoquia, la Amazonia y el Escudo Guayanés, amerita precisar políticas de ecoturismo que valoren, recojan y respeten la sabiduría local, reconozcan el mensaje de los sitios sagrados y el conocimiento asociado a los usos de la biodiversidad.

Esta industria limpia, está demandando infraestructura para atender a un número creciente de visitantes nacionales e internacionales, energías para el área rural, transporte aéreo y fluvial mejor organizado, disponibilidad de agua potable y manejo de residuos evitando todo empaque de plásticos. El futuro está en la profesionalización de guías bilingües indígenas y aumentar la investigación científica aprovechando la nueva sede liderada por el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI, en asocio con el Instituto Alexander Von Humboldt.

Es oportuno retomar las palabras que escribió en 1998 Rubén Darío Carianil, docente e investigador, sobre cómo su padre y su abuelo, pertenecientes a uno de los clanes Curripaco, le enseñaron de niño, andando por la selva y recorriendo ríos, a entender los significados de muchos símbolos grabados en petroglifos. En la investigación “La Herencia de Kuwai” (2) cuenta: «mi ser indígena está en todos los lugares sagrados de la selva, cantando con los mensajes que se envían unos pájaros a otros, llevando el mensaje de Kuwai a todas las generaciones. Los mensajes de los primeros, del que no tiene padre, de nuestros mitos de origen que están escritos y son testigos fieles de lo que por años ha estado mirándonos en cada subida de las aguas. Son Diakje. Es la escritura del primer tiempo, es la huella de nuestro ser indígena, son nuestras leyes y nuestros secretos.”

Estas palabras son “para que todo aquel que llegue a estos parajes, sepa porque existen esos misteriosos petroglifos grabados en enormes piedras y que solo se descubren cuando baja el agua de los ríos. En esta primera investigación se ha trabajado para que las nuevas generaciones de indígenas de acá en donde se encuentran las aguas, comprendamos que nuestro ser indígena está en la selva, y para que las culturas diferentes a las nuestra, comiencen a conocer nuestros lenguajes con el fin único de aprender a respetarnos y a valorarnos entre nosotros”.

Admirando los petroglifos en las inmensas rocas que salen del rio en las aguas bajas, uno se pregunta porque se mantiene tal indiferencia estatal ante la desprotección de esta riqueza patrimonial y ambiental del Guainía. Allí donde los mismos jóvenes indígenas deberían ser impulsadores de un turismo de naturaleza, donde los Cerros de Mavicure, Mono y Pajarito deslumbran en su justa dimensión.

Esta geología rocosa, poco apta para la agricultura, es una bendición pues no es seductora para colonos garosos de acaparar tierras, como en otros puntos de la Amazonía donde queman selvas, escrituran ilegalmente, lavan activos y meten ganado. Otros delitos suceden allí, como son las mafias traficando entre tres fronteras, comercializando oro aluvial venezolano, contrabandeando insumos para la explotación ilegal y presencia de grupos armados que merodean protegiendo mercados ilegales.

En el Extremo Oriente Amazónico debería haber mayor presencia del Estado fomentando emprendimientos para transformar frutos y plantas locales, evitando que se cambien los patrones de consumo de carne de monte por latas de atún o pollo con hormonas. El Estado está en mora de reconocer el valor medicinal de la flora, inherente al conocimiento de los Pueblos Originarios de la región. Este conocimiento se mantiene a pesar de la penetración y permanencia de productos comestibles importados, de misioneros católicos y pastores evangélicos que implantan creencias religiosas, desde las épocas de la Escuela Lingüística de Verano, haciendo las veces de Estado.

Ya quisiéramos que el congresista elegido por esta región, Anatolio Hernández, de Caparrapi, Cundinamarca, bachiller a los 40 años y fluido en cinco lenguas indígenas, tomara la vocería para que los Ministerios de Cultura y de Educación protegieran los tesoros arqueológicos y los saberes que esconden los ríos. La enseñanza basada en la historia de los abuelos, requiere ser transmitida en las lenguas que se están perdiendo por culpa de la colonización y la evangelización.

El abuelo de Rubén Darío cuenta que el lugar de origen de los clanes Curripaco, es en el raudal Jipana, río Ayari, brazo del río Isana. En este lugar se encuentran muchos petroglifos y allí Iñapirriculi, Kuwai y Yuli, andaban buscando la gente que iba a cuidar todo lo que habían ellos conocido después de que exploto el mundo. De ahí salen los clanes con sus distintos dialectos y de ahí se derivan veinte clanes menores. La escritura sobre la piedra Amarru, en el raudal Jipana, simboliza el poder de las mujeres y las constelaciones. En otra piedra, Medzawanirri, está el que repartió los dialectos y los lugares para que el clan sobreviviera. El origen del mundo explicado por la cosmogonía Curripaco amerita una cátedra en cada escuela rural para que esta no se pierda con la juventud distraída por los celulares, las gaseosas y las redes sociales, que entran en uno que otro café internet.  

Los parajes fronterizos bañados afluentes de los ríos Atabapo y Guainía, se ven afectados por la minería ilegal de oro y las presiones migratorias de la Amazonia venezolana. Estas  realidades generan tensiones poco conocidas por los medios y por los gobernantes sentados en la capital del país. Las acciones para reducir las presiones en la frontera del extremo oriente amazónico en la cuenca del Orinoco, están ausentes en el Plan Nacional de Desarrollo. Ojala se logren incorporar antes de que sea demasiado tarde.  

(1) Asociación para el desarrollo integral humano y sostenible- AKAYU, Carrera 5 31-04 Barrio Primavera II, Inírida, Guainía.

(2) Carianil, Ruben Dario. Diakje, La Herencia de Kuwai. Ministerio de Cultura. 1998

P.D. La 4ª reunión de la Alianza Tropical para los Bosques (TFA en inglés), se reúne en Bogota 6-8 Mayo, con el apoyo del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Es una ventana para que el Ministro Lozano explique cuáles son los logros y las metas propuestas en materia de deforestación, para avanzar en la agenda deforestación cero y la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible ODS.

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